Entre los anécdotas mas irónicos
sobre la ciudad de Monterrey es que se fundó al lecho de un río que hoy se
encuentra completamente seco. Y aunque la inserción de la ciudad en la
modernidad le dio la oportunidad de crecer gracias a la tecnología -
convirtiendo a nuestra querida urbe en una de las más importantes del país -
también es cierto que la excesiva construcción ha desertificado el medio
ambiente, y hasta cierto punto la vida social de nuestra comunidad.
Hoy en día se nos ha convencido
de que el progreso es inevitable; este debe darse a toda costa. Y es en esa línea que se
justifican los numerosos proyectos de desarrollo urbano, los cuales por lógica
deben llevarse a cabo encima de las pocas áreas verdes que nos quedan. Este es el
caso del arroyo ‘El Capitán’ que se encuentra a la altura de la confluencia de
la avenida Fuentes del Valle cruz con Gómez Morin, en la Colonia del
Valle.
Alguna vez fluyó mucha agua por
ese pequeño arroyo, el cual tuvo que cederle su lugar a las calles que hoy en
día llamamos vías, las cuales son metáforas de flujo para los automóviles que tanto vanagloriamos. Y aunque es inútil criticar los avances
materiales que han sido necesarios para sostener a una población tan grande
como la nuestra, es menester tomar la oportunidad para focalizar la atención en
una de las ultimas áreas verdes y naturales que – por una mezcla de intereses
privados y públicos – será próximamente sacrificado para abrirle paso a otro
‘mega proyecto’ para la comunidad.
No queremos criticar el hecho de
que existan obras públicas. Creemos que es más importante aun enfatizar que las
áreas verdes son fundamentales para la vida y la sanidad mental de las
personas, y que estas existen previo a la creación del concepto mismo de un espacio
público, que comoquiera que sea son siempre delimitados por el Estado. En
pocas palabras, estamos eliminando la base orgánica que sostiene al espacio
público mismo, y eso tiene consecuencias ecológicas de las cuales apenas somos
conscientes.
Los países más avanzados del
mundo, como los Escandinavos, miden una parte de su calidad de vida con la existencia de dichas áreas
verdes, las cuales son entendidas primero que nada como naturales, y después
como públicas. Es por eso que el
civismo de aquella región es alto, ya que se es consciente de la importancia de
mantener una reciprocidad orgánica con el ecosistema, para de ahí poder
establecer una vida publica sana. Esto quiere decir que el progreso no solo se
mide en la cantidad de cemento y acero que se monta sobre lo que se sabe le
pertenece a todos desde un principio.
Una de las maneras de darnos
cuenta el porque se ha vuelto tan fácil el arrebatarnos lo que nos pertenece, es
la falta de consciencia que hemos mostrado como ciudadanía ante nuestra ecología
local. El arroyo ‘El Capitán’ se ha convertido en un basurero, y esto es un
reflejo de nuestra cultura apática, la cual no se da cuenta que los bienes son
de todos y no de unos cuantos. Es por eso que nadie ha movido un dedo ante el
inminente ‘despojo’ de otra área verde más en nombre del mentado progreso. No
tenemos idea de lo que sucede.
Algunos de los objetos de basura
encontrados en el arroyo – aparte de las cientos de botellas de agua, que para
una ciudad con agua potable representan la paradoja más impresionante - incluyen auto partes y artículos del
hogar como teléfonos, pañales, preservativos, cables de video, et cetera. Es
curioso observar que las parrillas de auto y cables de video casetera dejaron
de ser valiosos dada la cultura consumista que hemos adoptado, que hace de la
obsolescencia planeada una estrategia para mantener a la gente comprando cosas
‘nuevas’. Esto ha creado una conducta que acelera los procesos de deshecho.
Por eso el arroyo ‘El Capitán’
es un perfecto espejo donde podemos observar dos cosas. Por un lado, la falta
de conocimiento de la importancia de tener una base orgánica limpia - la cual
puede permitir una calidad de vida aceptable - si tomamos en cuenta en
comparación a otros que han hecho
de ello una prioridad. Y por el otro lado, nos demuestra lo ingenuos que
hemos sido en pensar que el simple hecho de construir en demasía es sinónimo de
riqueza y modernidad.
No solo de estabilidad, orden
y combustión vive el ser humano.
Es imperativo tomar al arroyo como uno de los pocos ejemplos vivientes que nos
enseña que el flujo natural del agua es fundamental para la vida.
Que barbaro! Cuanta informacion que yo ni en cuenta, esta para que lo publiques en un medio masivo Juan Carlos... Felicidades por tan excelente editorial!
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