Wednesday, 9 May 2012

La semiótica del poder y el Ecocidio








semiótica del poder 


'Si tu dices una mentira lo suficientemente grande y la repites constantemente, la gente eventualmente se la creerá. La mentira puede ser mantenida solo durante el tiempo que el Estado pueda proteger a la gente de las consecuencias políticas, económicas y o militares de la mentira misma. Entonces se vuelve vital para el Estado el utilizar todos sus poderes para reprimir el desacato, ya que la verdad es la enemiga mortal de la mentira, y por extensión, es la mas grande enemiga del Estado.'
-Joseph Goebbels, ministro de propaganda Nazi



-Los personajes son históricos pero los mensajes son atemporales-

Si postulásemos este ultimo renglón como verdadero, entonces personas como  Joseph Goebbels solo serian chivos expiatorios simbólicos de una era, en lo que a la maldad se refiere.  Esto porque en el hoy  le asociamos a el y a figuras de su talla con enunciados tan duros como el de la mentira que  abre este texto. Al relacionar a Goebbels con su enunciado de forma total le pusimos una categoría inamovible de maldad. La forma de liberarlo - a el como narrativa intrinsica del mal - es diciendo que el no fue el primero que lo dijo. En este sentido lo unico constante es el poder, el cual está en constante reconfiguración de los discursos y los personajes que lo ejercen en turno.  

Pero no solo las personas o las ideas son notorias por la relevancia que tuvieron en sus tiempos. Los símbolos también han sufrido transformaciones y transmutaciones en sus significados y aplicaciones, como la Svástica misma - a la cual le  hemos reservado un lugar permanente en el hotel del mal que habita nuestras mentes. Este era un símbolo que tenia otras connotaciones desde la antigüedad, mucho mas extensas y variadas que  la visión del siglo XX del Nazismo. Por eso lo apropiado, antes de hacer comparaciones o tomar ejemplos, seria el liberarle  a ese símbolo de la carga de ser ‘malvado’, para ver que hay detrás del fenomeno que representa. 

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ecocidio

Hoy hemos llegado al punto del ‘ecocidio’, en donde estamos aniquilando las mismas bases orgánicas de nuestra existencia.  ¿Que no es esto ya mucho mas grave que las peores consecuencias del Nazismo?
Es obvio que el ecocidio se lleva a cabo inconscientemente, dado que el mundo y sus recursos se nos prometió como la base del progreso. ¿Pero que acaso no es mucho mas profundo y violento el estar arrasando con todo el medio ambiente y sus contenidos?  ¿No es esto ir mucho mas allá de la eliminación de solo algunos  grupos y razas humanas a la Hitler?

 La paradoja del hoy es que ya nos dimos cuenta de lo que le estamos haciendo a nuestro hogar, pero  no queremos aceptar que hay que pararle, ya que ni el Estado ni el pueblo pueden ni saben como. Pero lo mas ridículo es que estamos aplicando todavía las ya conocidas soluciones fascistas para arreglar un problema distinto, esclavizando al otro y matándolo para salvar su libertad.  Puesto en perspectiva, todo esto en un acto fútil ante la inminente catástrofe ecológica. Por eso el problema que nos aqueja ya no es de corte ideológico, es un problema de corte civilizatorio que ha desencadenado efectos ecológicos serios.

Heredamos de nuestros antepasados el concepto ‘magnicidio’, que representa   la muerte del padre – el líder  de la tribu y de la comunidad - y esto llego hasta  las patrias representativas que hoy habitamos. El ‘genocidio’, por otro lado, trata sobre la muerte de las criaturas engendradas por ese padre, sus hijos. La muerte de la etnia es mas compleja que la del líder tribal, ya que está simbólicamente relacionada con la terminación de una forma de ver las cosas. Con el genocidio se elimina la descendencia - que equivale a la civilización – vista como  un enorme entramado discursivo, tejido  con nombres y apellidos. Ulteriormente lo que muere es un tracto cultural con identidad propia. Se despedaza la patria como  orden simbólico.

Comoquiera que sea, el ecocidio lleva a la destrucción de la base orgánica misma, incluyendo el hábitat y la personas que ahí residen.  Para empezar, ese ‘lugar’ nos permite la vida misma, incluyendo la posibilidad de tener tiempos para cavilar sobre dichas cuestiones.  ¿Hacemos mas daño (proporcionalmente) nosotros hoy, que lo que los nazis hicieron en su momento? ¿Representaría  el ecocidio, entonces,  una evolución de mayor complejidad en nuestra capacidad de destrucción?  Y si este fuese el caso, ¿tendríamos una justificación moral si apeláramos a la inconsciencia sobre la bipolaridad de nuestras formas de  progreso civilizatorio?

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