Friday 9 December 2011

La mentalidad del mexicano (viveinteligente.org)

Es difícil de determinar si todo la gente piensa lo mismo, y para eso, mejor inventamos las identidades colectivas. Entonces podemos tener una mentalidad y juicio propio, a la par que se comparten ideas comunes, mediante la homogeneidad cultural que nos da la vida en sociedad. En esa misma línea el lenguaje, los valores, la religión, y otras estructuras han funcionado para cementar lo que somos, o por lo menos lo que para algunos debería seguir uniéndonos en estos tiempos.


Nuestro caso mexicano de individualismo extremo, representando muy bien con el dicho ‘del zaguán para mi casa’ ha sido muy pronunciado recientemente, en momentos en que la república se esta perdiendo por nuestras incongruencias civiles y que se requiere mas que nunca ‘de jalar parejo’. Es entonces cuando se vuelve necesario analizar el porque del fracaso de nuestra cultura para afrontar, no solo el pésimo trabajo de representación política que estamos evidenciando, si no que también la falta de una comunidad sólida, que pueda solventar por si misma esta confusión y suplicio generalizados por el que pasamos, y buscar hacerlo sin la ayuda de algún nuevo pastor que siga tratando de vendernos falsas ilusiones con fachada de grandes ideas colectivas.


Entonces se antoja interesante el tratar de ingresar a las profundidades de nuestra psicología social, buscando con esto el comprender como es que esas supuestas ideas e ideologías por las cuales nos regimos han fallado en su postura original de unirnos. Aquí abiertamente posiciono sobre la mesa a los grandes mitos como la excesiva injerencia de la religiosidad en el mundo publico (conste que no la critico como apropiación privada y personal) que, hasta cierto punto, no logran permitirnos el avanzar a un nivel colectivo de racionalidad, donde por lo menos el centro de gravedad social gire en torno a la auto-critica, y por ende a dudar la gestión del gobierno y de algunos de sus programas sociales – que pudiéramos fácilmente tachar de abierto populismo.


Más aun, se vuelve obvio a estas alturas, el darnos cuenta que la mentalidad del mexicano esta anquilosada en niveles de consciencia que no le permiten trascender su propio ser, el cual cuando mucho entiende al otro como parte de una feligresía que también esta en el afán de ser salvado de un mundo y un país injusto.


No. Yo creo que no es posible tener una mentalidad alterna si no nos damos la posibilidad de abrirle espacio psicológico y racional a la misma. Es por eso que la labor del Estado mexicano ha sido infame en lo que le corresponde en cuanto a brindar una educación nacional de calidad, que le permita al mexicano el tener alternativas de estructura mental, para así poder activarnos en la consolidación de ese orden moderno que tanto hemos luchado por consolidar desde la independencia.


Y en esa línea podemos darnos cuenta que existe un interés de no hacerlo. Ejemplo de esto pudiera ser las declaraciones de la hija de Enrique Peña Nieto al tratar de defender a su iletrado padre de los embates de un publico medianamente despierto. En estas declaraciones pudimos observar – todavía, a estas alturas- el abierto racismo, clasismo y elitismo que fueron y que son característicos del legado colonial de casi cinco siglos.


Nuestra mentalidad, estimado lector, debe buscar la mejora y la transformación de si misma, ya que la única cosa que busca perpetuarse como tal, evitando el cambio, suele ser esta misma, dado que es trabajo del ego y la identidad individual y colectiva el mantenerle así. Pero lo triste, o lo posiblemente liberador si solo lo reconocemos como tal , es que las cosas cambian en todo momento. Por eso el mantenernos iguales sin modificar nuestros patrones de pensamiento, no solo es ingenuo, si no que es potencialmente destructivo para la sociedad en su conjunto.


La educación no solo sirve para transformarnos y para comprender como funciona el sistema que nos rige. Es también una herramienta fundamental en la búsqueda del aprendizaje y la realización de que somos primero que nada una comunidad humana, y que hay que respetarnos como tal. De ahí nos puede ayudar a pasar a la construcción – ahora si por fin- de una patria funcional – que comparte un espacio publico – y que este debe de respetarse mediante la ley y los acuerdos comunitarios ya existentes.

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