Todas las luchas de poder por el máximo puesto en la jerarquía política de una nación están llenas de intrigas. Esto por el hecho de que -en términos freudianos- el ejecutivo o representante de cualquier comunidad equivale a la vez una figura patriarcal y un ego ideal para la agrupación que se encuentra bajo su mandato. El ego ideal es la proyección de admiración que desarrollan sus miembros para con el líder del grupo. Ellos subliman el enojo de ser gobernados y limitados en sus necesidades e impulsos humanos aceptando una cabeza que los organiza de forma común. En este sentido, los lideres religiosos y políticos a través de la historia enarbolan esas características, independientemente de las funciones y del discurso de cada uno.
Los lideres, en esa línea, no solo lo son en autoridad, si no que también en estructura. Esto quiere decir que la cabeza suele ser quien organiza, a la vez que consolida el orden simbólico que precede. En pocas palabras, el líder político establece el respeto y la indoctrinación social, así como el Cardenal, Obispo o Papa es el eje de consolidación doctrinal de la feligresía. En ellos se concentra la figura de autoridad desde donde se perpetua cualquier conjunto de ideas que busquen homologar a cualquier cantidad de grupos de personas bajo una misma cosmología o idiosincrasia.
Comoquiera que sea el sistema republicano (con un pueblo libre gobernado por representantes bajo un régimen legal y racional) es la forma mayoritaria de organización social humana. Pero esto no quiere decir que siempre fue así. En muchos casos se tuvo que experimentar primero con una forma social en donde la religión dominaba el mundo publico y privado. En ese sentido, la religión sentó las bases patriarcales de control.
Pero la evolución a los estados de derecho sancionados por ley no prescinde de lideres patriarcales, ya que estos siguen siendo los jefes de la tribu en el sentido sociológico, y los acumuladores de proyecciones individuales de cada miembro de la población, en sentido psicoanalítico. Esto quiere decir que el representante tiene el poder para configurar lo que simbólicamente determinara (identidad nacional, valores comunitarios, sistemas legales, normas y regulaciones) a cada colectividad en cuestión. Y aunque la ley y el líder electo popularmente no necesariamente son y representan lo mismo, es generalmente el ejecutivo el que debe supuestamente hacer que la ley sea lo que impere dentro de la jurisdicción comunitaria y política que le corresponde.
La ley puede entenderse como una de las invenciones socio-culturales mas refinadas por la humanidad. Pero la ley esta metafóricamente encima de la ciudadanía, como una nube abstracta de conceptos, que debe ser ‘aterrizada’ directamente en la practica publica. Aquí es generalmente el ejecutivo el que representa la legalidad y la civilidad comunal, aunque hayamos separado un poder judicial para prevenir los abusos de una sola persona. En pocas palabras, el ejecutivo debe reflejar un estado de derecho, y para eso debe de tener autoridad para lograrlo. Esta se obtiene con el respeto, la tradición, el carisma o la elección popular. Pero la forma mas importante de lograr cementarse como líder también en lo simbólico es respetando la ley. Y para eso se necesita una cabeza fuerte, pero en esos términos, y no necesariamente de forma violenta como la ley marcial, o la ley ‘del estado soy yo!’ de Luís XIV. Los griegos llamaron al reflejo de un orden legal en la practica - la ‘Isonomía’-, en donde los de arriba y los de abajo están unidos por la sujeción y el respeto a las leyes.
En esta línea, los ‘hombres fuertes del poder’ han evolucionado, del tener todo el control y el poder bajo su hombro, a la gradual descentralización del poder en la imagen del pueblo soberano que es coparticipe de la gobernabilidad de la sociedad mediante la razón y la ley. Pero esto no excluye la necesidad de haber tenido que, casi de manera forzosa, el haber vivido bajo regimenes totalitarios o quasi-autoritarios, para decir que es ahí de donde provienen y surgen las formas de gobierno que hoy nos rigen.
Y es por eso que para entender el líder único podemos hablar brevemente de la transición de las sociedades religiosas de un esquema politeísta (muchos dioses) a uno monoteísta (un solo dios). Los sistemas religiosos monoteístas centralizan el poder divino - y su contraparte mediadora humana- en una representación única. Y una de las características de la transición de muchos dioses a uno solo es la lucha de poder que se dio entre los que defendían dioses particulares y los que querían solo uno. El monoteísmo es la coronación violenta del triunfo de un ídolo sobre los otros. Es por eso que quienes detentan una deidad, y ulteriormente triunfan sobre otras, logran el poder absoluto.
Entonces podemos tomar un poco de la historia de México para poder hacer juicios plausibles en relación a la falta de autoridad que portentan nuestros lideres políticos actuales. El antiguo Imperio Mexica era liderado por el Tlatoani - figura que combinaba funciones religiosas y de estado - que puede decirse que a grandes rasgos pudo haberse convertido aun mas en una especie de figura autoritaria en el camino hacia una unidad de pueblos semejante a nuestro concepto contemporáneo de nación. La nación mexicana que ulteriormente cristalizó lo hizo por causas y elementos ajenos (Colonia Española con su versión de monoteísmo correspondiente) que es muy probable que haya dificultado la proyección y el emplazamiento de una figura de autoridad – egoica y paternal-, lo suficientemente respetada por tratarse de un nativo de la misma comunidad que encabezaba, o por lo menos por ser de una de extracción étnica mucho mas similar a lo que ya había, que lo que era aquella ajena etnia europea. Lo que resulto de nuestra independencia de 1821 fue un caudillismo, el cual se mantuvo durante el periodo posrevolucionario, escondido detrás del ejecutivo PRI-ista ‘legitimado’ por nuestro voto.
La autoridad en México no se logro como en otros lugares, ya que la lucha de poder que lleva a una sociedad del politeísmo al monoteísmo al estado-nación no se dio de forma domestica, lo cual posiblemente nos privo de una coherencia y homogeneidad, que facilitara la futura gobernabilidad mediante la transición a un estado de derecho propio. No solo fuimos robados de nuestra identidad y sociedad indígena durante la Colonia, si no que también de la posibilidad de que ese mismo mundo autóctono - invadido y colonizado - se trasladase lentamente a su forma propia de control y respeto en la imagen de su propia figura de autoridad paternal.
Es por eso que lo que yo veo hoy no solo es una lucha del poder a la vieja usanza, si no que también creo que seguimos en esa búsqueda de establecer, por fin, una figura egoica que podamos admirar y por ende seguir para nuestra gobernabilidad. Esta falta de figura con autoridad, es a mi juicio, la culpable de la excesiva corrupción que nos estanca. Pero creo que también es la gran culpable de que el estado de derecho no sea ni aceptado, ni comprendido, ni puesto en practica por grandes tractos de nuestra población. Además creo que es enormemente responsable de la no posibilidad de eliminar la religiosidad de la política ni del espacio publico, en nuestra lucha por establecer un país laico y moderno como valuarte de racionalismo, y de un respeto de la legalidad – mismo que se obtiene al extirpar del espacio publico los mitos y leyendas que obstaculizan su instauración. Nuestra fachada es católica, pero la realidad es que esta religión se practica de forma sincrética y politeísta por muchos, que posiblemente busquen salvaguardar algunas formas de creencia ancestral. Las heridas de la súper-imposición religiosa ajena no han terminado de sanar. Que mejor ejemplo de esto que la comunidad Chamula de Chiapas.
El PAN tuvo buenas intenciones políticas en esa búsqueda de consolidación de la figura paterna y autoritaria, la cual creyeron que mediante el sufragio obtenían. Pero en la practica se toparon con un país dividido en facciones legislativas, militares, sindicales, mediáticas, partidistas, de creencia, etc., que les impidieron ese emplazamiento que tanto añoraban. Por eso creo que es muy plausible decir que la militarización como opción fue la mas fácil que tomaron, primero Fox, pero mas claramente Calderón, en esa búsqueda de consolidación egoica y paternal para México. El estar al frente de un estado ‘fuerte’ en ese sentido concentra aun mas el poder investido en la figura del ejecutivo, que se vuelve comandante en jefe de una enorme fuerza militar. La gran ironía es que lo militar antecede en muchos sentidos a lo religioso en cuanto a organización y control social se refiere. Y en esa línea la consciencia colectiva que resulta de esa forma de gobierno castrense es arcaicamente ilegal y violenta. La gente no entiende la ley a golpes, y mucho menos si sus lideres tampoco la respetan.
Pero no podemos dejar de un lado el reciente acercamiento - y reivindicación legal en el espacio público - a la curia católica, en el afán de restaurarle ciertos poderes a la Iglesia. El conservadurismo político no solo esta cerca de lo militar, también lo esta cerca de lo religioso, porque como ya se explico, este tipo de institución tiene amplia experiencia con el patriarcado y con las figuras de autoridad en la consciencia social del pueblo. Pero lo mas peligroso es que al recurrir de forma conservadora a la Iglesia con fines políticos es debilitar aun mas -paradójicamente- a la figura del ejecutivo, y ciertamente al estado laico y de derecho, que facilita la funcionalidad legal y de desarrollo racional del país.
No solo es por falta de educación que no entendemos lo civil y lo moderno. Seguimos peleados con nuestras formas de representación y sus fines. Nuestras cabezas son débiles. Y nuestro individualismo y falta de atención a la ley pudiera interpretarse psicológicamente como una afrenta a un padre que no hemos aceptado.
No comments:
Post a Comment