De todos los rangos topográficos de este planeta, la playa tiene el lugar predilecto para la mayoría de los integrantes de nuestra especie. Es muy común que hoy en día relacionamos a este lugar paradisíaco con la diversión sin limites, pero existen muchísimas razones por las cuales ese lugar nos hace sentir de una manera especial la cual fácilmente se presta para la celebración.
Por un lado están las razones mas primigenias. Es bien sabido que la especia humana evolucionó originalmente de organismos multicelulares que se originaron y que habitaban en el agua. Por mas que la evolución haya “secado” a los múltiples organismos que posteriormente se fueron desarrollando fuera del mar, el humano mantiene muy dentro de su fibra corporal y su consciencia esa conexión con el elemento primario acuoso que no nada mas lo mantiene vivo, si no que lo conecta de alguna manera con un medio ambiente que lo vio nacer.
Si la especie como tal nace en el agua, el bebe humano se gesta dentro de la placenta materna la cual por dentro es suavizada por ese mismo elemento que nos da la vida. No tiene sentido permear el cuerpo en un mar frió. El mar caliente nos devuelve memorias ancestrales y arquetípicas a la vez que nos renueva personalmente. Literalmente salimos rejuvenecidos del mar por el hecho de sentir que comenzamos de nuevo en cualquier etapa de nuestras vidas.
Por otro lado, el encontrarnos en el mar y la playa nos hace sentir por un momento fuera de toda la maraña moderna de la tecnología y la vida frenética de las urbes y sus masas humanas. Este ambiente es fácilmente contrastable con uno donde no exista nada mas que la posibilidad de encontrarse a uno mismo en un espacio de representación y de narrativa distinta a lo conocido y por ende repetitivo. La playa es una plataforma donde nos postramos como somos. Pero no nos perdemos por completo en el agua ni retornamos por completo al inicio. Solo nos permitimos tener el poder de decidir que tanto intercalamos entre la creación y el relajamiento o la gestación y la contemplación de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que pudiésemos ser.
Por ultimo, es fácil denotar también que el bajar hacia la playa, proviniendo de la ciudad, de la montaña o cualquier altitud que sea mayor a cero, nos devuelve la capacidad de maravillarnos de la vida que infunde esta región arenosa y liquida. Aquí tenemos la oportunidad de respirar un aire limpio y de degustar productos naturales en abundancia que incrementan nuestra calidad de vida por el momento o momentos que decidamos compartir nuestras vidas con este paraíso natural mágico e inigualable.
Por un lado están las razones mas primigenias. Es bien sabido que la especia humana evolucionó originalmente de organismos multicelulares que se originaron y que habitaban en el agua. Por mas que la evolución haya “secado” a los múltiples organismos que posteriormente se fueron desarrollando fuera del mar, el humano mantiene muy dentro de su fibra corporal y su consciencia esa conexión con el elemento primario acuoso que no nada mas lo mantiene vivo, si no que lo conecta de alguna manera con un medio ambiente que lo vio nacer.
Si la especie como tal nace en el agua, el bebe humano se gesta dentro de la placenta materna la cual por dentro es suavizada por ese mismo elemento que nos da la vida. No tiene sentido permear el cuerpo en un mar frió. El mar caliente nos devuelve memorias ancestrales y arquetípicas a la vez que nos renueva personalmente. Literalmente salimos rejuvenecidos del mar por el hecho de sentir que comenzamos de nuevo en cualquier etapa de nuestras vidas.
Por otro lado, el encontrarnos en el mar y la playa nos hace sentir por un momento fuera de toda la maraña moderna de la tecnología y la vida frenética de las urbes y sus masas humanas. Este ambiente es fácilmente contrastable con uno donde no exista nada mas que la posibilidad de encontrarse a uno mismo en un espacio de representación y de narrativa distinta a lo conocido y por ende repetitivo. La playa es una plataforma donde nos postramos como somos. Pero no nos perdemos por completo en el agua ni retornamos por completo al inicio. Solo nos permitimos tener el poder de decidir que tanto intercalamos entre la creación y el relajamiento o la gestación y la contemplación de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que pudiésemos ser.
Por ultimo, es fácil denotar también que el bajar hacia la playa, proviniendo de la ciudad, de la montaña o cualquier altitud que sea mayor a cero, nos devuelve la capacidad de maravillarnos de la vida que infunde esta región arenosa y liquida. Aquí tenemos la oportunidad de respirar un aire limpio y de degustar productos naturales en abundancia que incrementan nuestra calidad de vida por el momento o momentos que decidamos compartir nuestras vidas con este paraíso natural mágico e inigualable.
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