Les juro que no le temo tanto a la muerte. Le temo mucho más a que esos necios que se aferran en manipular nuestro destino triunfen de nuevo y logren convencernos, otra vez, de que sus intenciones son buenas.
Me atemoriza que esos que constantemente nos asustan usen al virus como excusa para arrebatárnos más libertades.
Me aterran aquellos que envenenan nuestra agua y nuestra tierra para supuestamente mejorarla, y que nos recomiendan comer lo procesado y sumplementos y vitaminas en vez de alimentos limpios y puros.
Me espanta que esos que nos prometieron la gloria y la emancipación con la tecnología ahora la usen en nuestra contra, conviertiendo lo que alguna vez fue la mejor herramienta de interconexión humana en un instrumento de espionaje y control social verticalizado.
Me estremece que esos que nos engañaron con la supuesta utopía del petróleo y demás combustibles fósiles lo hagan otra vez, y caigamos en la trampa de que las energías aternativas está vez si nos salvarán de nuestra existencia consumista.ç
Me asusta que nunca despertemos al hecho que el consumismo es realmente el problema, y que si no lo eliminamos de raíz no habrá fuente de energía lo suficientemente pristina para darnos gusto.
Me averguenza pensar que las nuevas generaciones obsesionadas con celulares y aparatos de todo tipo se vuelvan lo suficientemente manipulables para creerse algunos flashazos televisivos y unos cuantos tuits.
Me inquieta que volvamos a una vida tan confusa y acelerada como la que tuvimos hace algunos meses, y que la mentada cuarentena no nos haya enseñado nada.
Me preocupa que la mayoría no pueda desarrollar su potencial por estar a expensas de aquellos que otra vez, tal vez, estén planeando como salirse con la suya.
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