Friday, 29 April 2016

Evolución sin libertad

¿Qué acaso la evolución cultural se olvidó de dar seguimiento a la libertad en sus esquemas?

A veces me pregunto si ya llegamos al tope del progreso o si de plano estamos retrocediendo.
La cabeza no me da para entender porque el ego, la razón, las identidades, y en si todo lo que hemos refinado para separarnos y dividirnos como sociedades -marcas, géneros, reglas, religiones, razones, naciones y banderas- simplemente no nos liberan como sus promotores aseguran.

Eso de que llegamos al pináculo  de la evolución de la especie, porque presumimos sistemas e ideologías injustos, simplemente me parece absurdo.

Propongo, pues, que busquemos trascender éstas tradicionales ataduras dualistas, que se alimentan de nuestra voluntad transformadora, esa que entregamos a cambio de una identidad convencional e ilusoria.

Entonces no se trata ya de priorizar  la evolución de  los sistemas y demás organismos sociales, ya que son producto del ego proyectado como utopía colectivista.

Hay que despertar a nuestra consciencia individual, esa que debajo de cualquier etiqueta es nada menos que la llave hacia la sinergia ulterior, a la que los místicos de todos los tiempos se han referido como emociones, sentimientos, intuición, corazón y consciencia.

Se trata de desarrollar todas nuestras capacidades inertes; explotarlas en el buen sentido a través de la fantasía y el acto.  Es apenas actuando como podremos  romper con la inercia adormecedora que se nos ha venido implantando desde niños. Esa que les ha servido a los poderosos para que fijemos nuestra atención en lo que viene desde fuera, pero que debido al chip impuesto, percibimos como parte integra de nuestro ser.

La ironía del despertar es que necesita de muy poco esfuerzo, si consideramos que ya nos hemos esforzado durante millones de años para 'sobrevivir', sobrellevando la angustia  de una vida tribal perennemente insatisfecha.

Urge despertar, ya que de lo contrario seguiremos siendo apenas piezecillas de una relojería ultrajante y abyecta, que se traga a la naturaleza  y todo lo que rodea en supuesto afán de adaptación y progreso.

Cualquier sistema funciona gracias a nuestra complacencia con lo que se nos arroja desde arriba, bananos podridos que por ingenua indecencia ferozmente consumimos.

Debemos priorizar el des complejizar nuestras vidas, simplificarlas.
 Así sutil y gradualmente nos desprenderemos de la Matrix, logrando establecer una sana distancia con su  contraparte discursiva de puntiaguda coraza, la necrópolis que en vida nos entierra.

Tal vez el fusionarnos en un solo ser, el uroboros hecho orgía cual bacteria agigantada e incluyente, sea una quimera.
Sin embargo, más descabellado es permanecer súpitos, perdiendo la oportunidad de ayudar a otros en su arduo camino.
Construyamos puentes para abrir la comunicación, ciertamente lubricando la transmisión de todo lo necesario para lograr la coincidencia con aquellos que también buscan la libertad, la cual con nuestra reciproca presencia, tal vez algún día podrán  compartir  en plena autonomía.

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