El mexicano tradicional no se complica. Lo único que necesita es ponerse sus botas y sombrero y listo, esta a la “moda”. Pero nosotros a veces no nos identificamos con ese tipo de ropa, o simple y sencillamente no nos gusta. Lo que es moda para un contexto de gente “Exploradora” o “Reformadora” ha dejado de cumplir únicamente con la monotonía de la seguridad de lo comúnmente aceptado. El vestir ahora se convierte en descubrimiento personal y de libertad individual que da el atreverse a presentarse como alguien distinto.
Es por eso es que mucha parte de esta generación ha encontrado a grandes aliados en la globalización y la post-modernidad. Es en estas realidades sociales donde encontramos una mucho mayor variedad de vestir, misma que nos permite jugar mucho mejor con nuestra identidad. Moldeamos nuestra apariencia física para que complemente nuestra individualidad escogiendo de entre ropa hindú, 80’s, new wave, retro, goth, punk, etc.
Pero lo mas paradójico de este fenómeno es que nos podemos volver presas de nuestro propio afán de diferenciarnos. La búsqueda para hacernos únicos nos puede acabar convirtiendo en victimas de una cultura del consumo que siempre nos ofrece cosas novedosas las cuales hay que tener. La globalización, con sus extensas áreas geográficas de donde escoger, y la post-modernidad, con su eclecticismo, abren la posibilidad casi inagotable de alternativas en el vestir que puede convertir la experiencia de elegir una prenda en episodios de confusión y ansiedad existencial. Ese botudo y sombrerudo podría estarse riendo de nosotros.
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