Con la violencia nos formamos como tribus, pero con los metales finalmente nos constituimos como sociedades.
Lo que entendemos como Estado no tiene más de 6000 años, desde que el hombre usó el bronce para sustituir a la violencia física del Neanderthal con la amenaza de la fuerza que representa la espada del monarca.
Entonces, el arma es tanto un símbolo de la violencia como la herramienta para la violencia misma. El puñetazo no es más que violencia.
Asustar con espadas no es atacar, es apenas prevenir conductas agresivas de la otra parte, así estableciendo la razón de Estado primaria -el monopolio de la violencia-, con el que después se justifica la construcción de todo y ciudades.
Es así como el metal se establece como símbolo y fuente de poder original, con el que después se legitima la apropiación de recursos naturales como son los energéticos, la acuñación de monedas, la impresión de billetes, y la emisión de bonos y pagarés de todo tipo.
Del metal salieron las espadas con las que el naciente Estado le impuso sus monedas de cambio -bien selladas con imágenes politizadas de héroes locales- a la creciente población.
Quien tiene el poder de imprimir el dinero se confiere el mayor poder de todos, el de organizar y controlar a la sociedad.
En síntesis, la guerra, el dinero y el poder están atados con el mismo hilo.
Lo que entendemos como Estado no tiene más de 6000 años, desde que el hombre usó el bronce para sustituir a la violencia física del Neanderthal con la amenaza de la fuerza que representa la espada del monarca.
Entonces, el arma es tanto un símbolo de la violencia como la herramienta para la violencia misma. El puñetazo no es más que violencia.
Asustar con espadas no es atacar, es apenas prevenir conductas agresivas de la otra parte, así estableciendo la razón de Estado primaria -el monopolio de la violencia-, con el que después se justifica la construcción de todo y ciudades.
Es así como el metal se establece como símbolo y fuente de poder original, con el que después se legitima la apropiación de recursos naturales como son los energéticos, la acuñación de monedas, la impresión de billetes, y la emisión de bonos y pagarés de todo tipo.
Del metal salieron las espadas con las que el naciente Estado le impuso sus monedas de cambio -bien selladas con imágenes politizadas de héroes locales- a la creciente población.
Quien tiene el poder de imprimir el dinero se confiere el mayor poder de todos, el de organizar y controlar a la sociedad.
En síntesis, la guerra, el dinero y el poder están atados con el mismo hilo.