Tuesday 28 October 2014

Intermediarios necios y peleoneros

"Las clases dirigentes libran la guerra en contra de sus sujetos para mantener intacta la estructura de la sociedad"

-George Orwell (1903-1950) escritor inglés

La incesante fricción en las relaciones humanas no hace más que empoderar a los políticos sobre sus representados.

El protagonismo de los dirigentes es el resultado de su involucramiento en interminables aventuras, que son vendidas como necesarias para resolver conflictos y guerras, paradójicamente a favor de la `paz´. Por eso hay cada vez más `líderes´ metidos en todo tipo de pugnas alrededor del orbe. Lo peor del caso es que no son apoyados por la ciudadanía.

Esto lleva a pensar que lo que motiva a las élites es la imperiosa necesidad de asegurarse un lugar en la competencia de lo poco que le queda de recursos al planeta, conducta que también les sirve para mantener el control en lo domestico a través del miedo. Aquí cabe el México contemporáneo, cultura que se quiere sumar a misiones globales de paz color azul, mientras que en casa arde un fuego que lo desangra en color rojo.

Sería ridículo pensar que un referendo, un pleibiscito o una consulta popular pudiesen legitimar las peripecias de nuestros patriarcas. Esa `gallardía´ de lucha ha sido su monopolio desde que construimos las ciudades. Hoy vemos cómo se prostituye todo lo que hemos creído, en lo que se nos ha educado, lo que nos han prometido. El mundo esta al revés, y lo más triste es que no vemos tierra a la vista: ese pequeño corcho que requerimos para taponar lo que nos ahoga.

Hace unos días el presidente ruso, Vladimir Putin, levantó la voz contra los mandones del imperio estadounidense, no contra su cultura, pero sí a los que jalan las riendas de la sociedad. Utilizó su discurso para aclararle a la opinión pública mundial que la estabilidad y la paz están en riesgo debido a los excesos militarescos de un puñado de avariciosos burócratas occidentales.

Putin citó invasiones extrajudiciales y uso de mercenarios en Libia, Irak, Siria, Afganistán, Ucrania y en lo del ISIS, como evidencia de los poderosos avances de Washington y la OTAN en regiones repletas de materias primas.

Dicho esto, quiero enfatizar que Putin es como cualquiera de los criticados. Las circunstancias lo están poniendo en la palestra como héroe, eso es todo. No me cae bien el neo zar ruso, pero la vileza que acontece en el terreno de los afectados, así como en los medios de masa, se ha convertido en excusa para que otros de latitudes lejanas se encrespen.

Le propongo que revise la historia, estimado lector. Las líneas que describen lo que somos están tejidas de recuentos de personajes, grupos, naciones e imperios contrincantes, que para bien o para peor han levantado sus manos en nombre de esos mismos valores que sus grandes antecesores juraron defender.

Los nuevos medios como el Internet nos están alertando sobre la podredumbre de los expansionismos basados en grandilocuencia ideológica de corte humanitario/democrático. Es cuestión de parar las antenas para realizarlo.

Ahora que estoy de viaje por el Cáucaso, región exsoviética, me he dado cuenta de que no toda la gente quiere a Rusia como esta alardea. Dicho esto, es importante diferenciar la historia de la política y sus liderazgos. A nadie le gusta sentirse controlado por nadie, especialmente si éste lo ha hecho por generaciones, como es el caso de Moscú en esta región. Con todo y eso, la gente de por acá reconoce la ardua labor de Putin, quien como dije se ha convertido en un contrapeso forzoso de Occidente.

Los población de mayor edad en Armenia y Georgia añora los salarios y el trabajo asegurado de la URSS, mientras que los jóvenes desean los gadgets más novedosos del capitalismo neoliberal. Eso sí: muy pocos con los que hablé están convencidos de las bondades y la superioridad cultural y sistemática presumida por Occidente. Saben muy bien que ellos, como los rusos, y todos los que han pasado por aquí, han venido a buscarles por conveniencia.

Por otro lado, México empieza a despertar de su inocente letargo colectivo, de su negación autoimpuesta y narcotizada. Por fin nos dimos cuenta de que lo que se hace en nuestra contra es la guerra, misma que nos dijeron aplicaban de forma temporal contra un `maldad expiable´, estratagema que ha brotado hacia la superficie y mostrado su trasnochado y corrompido lado.

Ulteriormente, no podremos salir adelante mientras sigamos dependiendo de esa burocracia infinita que ha convertido al futuro en una mentira plástica, rellena de bienes y servicios que son inalcanzables por la evidente ausencia de fichas para todos.

Necesitamos reducir nuestras expectativas de ser salvados en el mañana.

Sólo así trascenderemos los límites de nuestra codependencia con lo externo.


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