Tuesday 16 December 2014

Petrodolarizados hasta la médula

`El efecto tequila presiona a México otra vez´

The Economist, Diciembre de 2014

La crisis de baja productividad de la economía mexicana se agrava debido a nuestra dependencia del petrodólar, moneda de la cual no podemos deslindarnos por haber alineado nuestro sistema con una visión neoliberal del progreso.

No es casualidad que estemos viviendo el inicio de una crisis similar a la de 1982, cuando la debacle del precio del petróleo obligó al recién inaugurado Miguel de la Madrid a someterse a la vacuna neoliberal de EUA y su FMI, eventualidad que marcó un parteaguas para la profundización de nuestra relación con el petrodólar.

No debemos olvidar que el petrodólar nació en 1973 de la intención estadounidense de expandir su influencia alrededor del mundo. Esto significó la `liberación´ del dólar de su convertibilidad en oro, para mejor anclarse en los mercados petroleros globales, esos que empezaban a ser fundamentales para todos los países en desarrollo del planeta, que incrementaban sus demandas de petróleo para cumplir con sus metas de industrialización.

La idea era que con todo y crisis México podía salir adelante, ya que tarde o temprano el precio del petróleo regresaría a niveles sostenibles para una economía como la nuestra. Y aunque el petróleo mexicano se mantuvo bajo el control de Pemex durante y después de la crisis, para 1982 nuestro país ya se había adherido bastante más al sistema del petrodólar y la globalización neoliberal de EUA.

La Reserva Federal estadounidense se convirtió en el determinante de la política económica de muchos países, ya que estos tenían la obligación de participar cada vez más de ese dólar, que la globalización posicionó como la moneda clave para mercados de todo tipo. Pero como era de esperarse, el gobierno en Washington comenzó a abusar de su privilegiada posición mediante la impresión de dinero, a la cual se vieron forzados debido a la baja en el crecimiento, producto de una disminuida producción industrial. La re-localización (externalización) de su industria en otras regiones del mundo con menores costos de mano de obra, aunado a la consolidación de las finanzas como forma de mover grandes cantidades de capital, hicieron creer a la clase empresarial estadounidense que la situación no haría más que mejorar.

EUA afianzó su hegemonía global gracias al estatus de su dólar como moneda de reserva internacional, pero su indiscriminada impresión transformó al sistema tradicional de desarrollo en uno basado en la exportación de inflación (por la difusión de dinero impreso sin límites), como también por las deudas esparcidas por un FMI amparado en los mercados liderados por el petrodólar.

La crisis de 2009 puso fin a la legitimidad de dicha moneda de reserva, ya que muchas economías que dependían de ella sucumbieron junto a los trillones de dólares de especulación que desaparecieron entre las entrañas del sistema financiero.

Entonces fue cuando potencias emergentes como Rusia y China se dieron cuenta que para mantenerse vigentes habría que sustituir al dólar con algo nuevo, y por eso empezaron a comprar las enormes cantidades de oro que hoy los tienen enfrentados al imperio. Además, la crisis de 2008 detonó los acuerdos bilaterales swap (intercambio) de divisas que hoy están poniendo en entredicho al petrodólar.

Es cierto que Beijing y Moscú tienen muchos dólares de reserva, junto a bonos del tesoro estadounidense, pero también lo es que la consolidación de Eurasia como polo económico, político y militar se está gestando mediante trueques de materias primas y recursos energéticos, como de swaps bilaterales en divisas nacionales ajenas al dólar de EUA.

Todo esto sirve para entender la situación actual mexicana. La devaluación del peso evidencia lo atados que estamos a nuestro socio comercial. En ese sentido, economías que dependen de petróleo proveniente de mercados tradicionales basados en dólares, como el nuestro, sufren devaluaciones cuando el petróleo baja de precio. Esto es natural. Lo malo es que esto sucede en momentos en que la productividad y el crecimiento también apuntan a la baja.

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