Sunday 14 February 2016

De superchería y manipulación financiera


"Cuando nadie pide dinero prestado es que la política monetaria ya no sirve"
Richard Koo (1954-) economista en jefe del Instituto Nomura de Investigación
La tendencia hacia tasas de interés negativas (TIN) es sintomática del fracaso de la era de los créditos fáciles.
El más reciente banco central en implementar las TIN es el de Japón, que se suma a los de Suiza, Dinamarca, Suecia y el Banco Central Europeo. Por el lado de los EUA la misma Janet Yellen de la FED ha hablado sobre la posibilidad.
Esta noticia se da en un contexto financiero muy inestable, ya que esta semana casi todas las principales bolsas del mundo sufrieron perdidas considerables. La inestabilidad está siendo causada por muchos factores, entre ellos la desaceleración de la economía china, la subida de la tasa de interés de la FED, el prolongado bajo precio del petróleo y otros commodities (materias primas), etcétera.
Es importante analizar la manipulación de las tasas de interés desde varios frentes, para lograr entrever como las fluctuaciones en los mercados son estructurales y no solamente temporales.
El primer indicio de una transformación estructural de las finanzas es la perdida del valor de las acciones de los principales bancos de la euro zona. El caso más sonado es el del Deutsche Bank, que desde el 1 de Enero del año en curso ha perdido el 40% de su valor bursátil. En esa línea por lo menos otra docena de bancos europeos han sufrido una depreciación de hasta un 30% en sus valoraciones.
El segundo indicio de una crisis estructural es la deuda global, la cual anda arriba de los $200 millones de millones de dólares, cifra que supera por mucho al producto interno bruto de todas las naciones del mundo juntas, de aproximadamente $70 millones de millones de dólares. (Cabe aclarar que dicha deuda no incluye a los derivados, cuyas ‘apuestas’ se contabilizan en cuatrillones).
La impresión indiscriminada de dinero no ha logrado el crecimiento económico productivo esperado, ya que mucho de ese nuevo circulante ha terminado en las manos de la banca privada. Esta ha aprovechado la bonanza para adquirir muchos de los activos ‘tóxicos’ que quedaron disponibles desde la crisis del 2008.
Técnicamente las TIN se venden como estrategia para que la banca privada pueda facilitar más los créditos para el consumo, con miras a prevenir la deflación (caída de los precios por falta de consumo). No obstante, también es cierto que la banca central desea recuperar algo del poder que le cedió a la banca privada durante esta década de desenfrenadas apuestas.
Asimismo, la banca central busca avanzar hacia la eliminación del dinero en efectivo, con lo cual centralizará las decisiones y consolidará su poder. Saben que la única forma que la gente tiene para escapar de las TIN ( ya no otorgan interés por dinero depositado en el banco, ahora te cobran) es metiendo el dinero ‘debajo del colchón’, como una especie de seguro contra incendios.
El tercer indicio de la crisis del sistema financiero occidental es la incremental dependencia del Estado en créditos para lograr mantenerse con vida. Los gobiernos simplemente recurren a más deuda para llenar los huecos en recaudación fiscal y de escasez en inversión extranjera. Todo esto se refleja en el declive de la producción industrial y el comercio a gran escala (MAERSK, la empresa que mueva más contenedores en el mundo reportó perdidas en 2015 de hasta un 84% en sus utilidades).
Los políticos se han beneficiado enormemente del sistema actual, ya que les ha permitido seguir vociferando sobre proyectos de beneficios sociales ilimitados. El único gran problema son los caudales de deuda que le están dejando a las siguientes generaciones, las cuales seguramente tampoco querrán hacerse cargo de un ‘Estado benefactor’ corrupto.
La crisis del sistema de impresión indiscriminada de dinero es realmente el principio del fin de una ideología fantasiosa que nos permite consumir sin producir nada. La ironía es que en afán de prevenir la deflación (caída de los precios) lo más factible es que el ‘sagrado’ intervencionismo de la banca central no hará mas que profundizarla.

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