Tuesday 28 July 2015

Nuevos ojos, nuevo mundo

'Crecimiento en aras de crecimiento es la ideología de un célula cancerosa'

-Edward Abbey (1927-1989) escritor estadounidense


Difícilmente habrá alternativas al capitalismo si seguimos aferrados al confinamiento urbano. Se habla mucho sobre el fin del capitalismo, y de hecho, es cierto que este notorio sistema se ha convertido en religión.

Para esto sedujo a los Estados y la población, convenciéndolos de que las libertades individuales son lo más adecuado para la libertad –en toda su expresión–, y sólo así es que permitimos sacrificar lo público en pro de la despersonalización y la privatización de la sociedad. En pocas palabras, nuestros deseos, sueños y fantasías como especie fueron colonizados por símbolos económicos y cosas tangibles, y por eso es muy difícil  ver alternativas a esta forma de hacer las cosas.

Asimismo, la centralización del poder político, financiero y mercantil hacen de esta religión una difícil de trascender, ya que dicha alianza los ha reforzado en la cima. Es así que el dominio, y la compra de cada vez más territorio, no hará más que un recrudecerse, exacerbando el arrebato de los bienes y las materias primas comunes. Tristemente hemos intercambiado lo que nos sostiene por crédito, con la esperanza de que el dueño de los recursos exprima lo que se lleva, permeando así de riqueza al resto de las capas sociales.

Esta forma de organizar la cultura se facilita en centros urbanos modernos donde habita la masa poblacional, espacio reducido que facilita la difusión y la estandarización de contenidos mediáticos de todo tipo. O sea, que en los islotes cada vez más privados (y encerrados) que habitamos, no queda de otra más que consumir y entretenerse, ya que eso es lo que nos venden por todos lados.

Observemos a China, que en las últimas semanas ha chocado de frente con los efectos de su apresurada y accidentada consolidación como superpotencia. La bolsa de valores ha venido perdiendo una parte de su valor, ya que sectores como la construcción y el consumo doméstico no han cubierto las expectativas de los especuladores bursátiles.

Dicho de otra forma, se desbordó la exuberancia especuladora, y esto puso a temblar a todos, incluyendo al Estado, que lanzó su cacería de brujas, en contra sus propios apostadores, para evitar que su bolsa nacional se corrompa, El gobierno intervino para salvar la bolsa, momentáneamente deteniendo el sangrado financiero. Todo parte de un accionar político, en donde le toca resolver crisis varias, que lo legitiman ante el pueblo.

La enseñanza que nos queda es la de un pueblo desesperado por mostrarse capaz de salir adelante, el cual irónicamente escogió el mismo camino dificultoso que nosotros para conseguirlo. Beijing se presume como la nueva hegemonía, pero  sus  autoridades se niegan a reconocer las repercusiones de los mismos remedios fallidos que copiaron.

De este lado del mundo la cosa no es muy distinta, ya que con todo y tropiezo chino, la salud de las finanzas y de todo el edificio crediticio que nos sostiene está en peligro de derrumbarse. Según algunos analistas como la estadounidense Ellen Brown, ‘el casino de derivados no es más que un último intento de apuntalar una pirámide privada’. Brown se refiere a los 1500 millones de millones en derivados que están en riesgo por la fragilidad de los mercados financieros globales. Si dicho esquema se colapsa, se vendría abajo todo el endeble andamiaje que lo sostiene.

Lo que trato de decir es que no hay salvación colectivista para nuestra especie, ya que las ideologías y demás estratagemas que hemos trazado para auto trascendernos simplemente han mostrado sus límites.

Soluciones a esto existen, pero no debemos esperar que emanen del mismo grupo que causó el problema. Para mi una alternativa sería el descentralizar el poder, buscando con ello deconstruir, o por lo menos aflojar, el excesivo control que tenemos sobre tierra, recursos y gente.

Me atrevo a decir que una forma de vida funcional sería el habitar pequeñas comunidades al estilo confederación, donde el poder de decisión resida en un liderazgo acordado por las mismas comunidades interesadas (primero entre iguales). Lo que sea es mejor que los grandes proyectos y discursos que en esta era  ya fracasaron. Para llegar a ello tendríamos que convencer a los poderosos para que  suelten un poco la rienda, y que nos permitan aprovechar la tecnología y a la iniciativa privada como herramientas de interconexión.

El proyecto de comunidades autosustentables, cibernéticamente enlazadas y sin conflictos de identidad o marca, podrá sonar como ridículo ahora. Sin embargo, algún día, cuando hayamos desgastado todos los recursos, y por necedad hayamos tapado todas las salidas, empezaremos a ver el mundo con otros ojos.

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