Tuesday 28 April 2015

El control justifica los medios



‘‘Vamos hacia la derecha’’

Vendedor de libros, Barrio Antiguo, abril de 2015

Símbolos del progreso y orgullo industrial del Estado, como son la cerveza y el automóvil, hoy son usados para legitimar la represión.


Nadie hubiera pensado que algo creado para ofrecer autonomía al consumidor algún día se convertiría en una herramienta para restringir sus libertades civiles. Los retenes de alcohol empezaron a proliferar hace más de una década en la ciudad de Monterrey, pero hoy se han convertido en la excusa para incrementar la presión del Estado policíaco sobre la ciudadanía. 


Cuidado, no estoy en contra de que exista la Policía, ya que es la institución que  vela por la mínima seguridad de la comunidad. No obstante, creo que el asunto que nos atañe es uno de grado y balance. He sido testigo de cómo un aparato vendido como servicio para la seguridad poco a poco se convierte en estrategia que prioriza la protección y la vigilancia sobre otras áreas publicas como las calles, las cuales sufren de un olvido reflejado en sus cuantiosos baches.


No necesitamos más que voltear a ver a la vialidades para conocer las urgencias de nuestra ‘‘representación’’, que al parecer sigue empecinada en hacernos creer que los problemas de seguridad –que le son estructurales a esta urbe y país debido a la difícil situación socioeconómica por la que atravesamos– pueden resolverse apretando las tuercas hasta donde se pueda.


Concuerdo en que los excesos de alcohol causan accidentes, pero eso no implica creer que podremos salvarnos llenándonos de policías, excesivas multas y arrestos. De hecho, no existe en la naturaleza ningún sistema que brinde protección absoluta, ya que la contingencia es la base de los ciclos de creación y destrucción que nos conforman como vida. Los humanos nos hemos jurado desde el ego que podemos salvarnos, pero casi siempre que lo intentamos acabamos esclavizándonos.


Entonces, paralizar el movimiento y la libertad de flujo, y en el proceso afectando la economía nocturna, es una forma de estandarizar a la sociedad, técnicas siempre muy utilizadas por los gobiernos duros y conservadores.


Por lo visto, a los del poder y los medios de comunicación les resulta más atractivo amplificar los percances de forma televisiva, para con ello convertir de inmediato un asunto menor en algo enorme.  Hay muchas otras situaciones que no llegan a nuestro conocimiento por falta de cobertura mediática y por el interés del Estado. Ulteriormente, las cosas son sacadas de proporción gracias a su transmisión, haciendo del drama y el miedo la punta con la que se fuerzan ciertas  políticas públicas. 


Para mí la representación se comprueba de abajo hacia arriba, tomando en cuenta las demandas y necesidades del pueblo y sus recursos, y no tratando de arreglarlo todo de arriba hacia abajo lo cual, como sabemos, no hace más que distanciar a la ciudadanía de los que mandan.


Una de las formas en las que el control opera es cómo habla de los problemas públicamente. Es así que ya nos hemos acostumbrado al discurso de la inseguridad, mismo que está basado en enemigos imaginarios señalados, por lo cual se necesita estar siempre en vigilia para vencerlos.  


Sería mucho más realista hablar de desigualdad que de inseguridad, pero como lo primero implica complicidad para los que dirigen, es que han preferido mantenerse igual, así ellos se eximen de cualquier culpabilidad mientras reproducen los mismos remedios de siempre.


Esos retenes parecen más intento de blindaje que otra cosa, incómoda práctica que no hace más que exacerbar las identidades de la gente, lo que acaba segregando la ciudad por municipios. Pocas personas que conozco se ‘‘rifan’’ a cruzar estos puntos de fricción para buscar entretenimiento en otro lado, ya que una simple cerveza te convierte en delincuente.


La paradoja es que el alcohol lo provee el mismo sistema para después terminar criminalizándolo. Esta incongruencia tristemente está cambiando la cultura en el camino.


La ley suele salir a relucir a la calle cuando en casa no se cumple. Entonces, lo que impera es la minuciosidad de la normatividad para con los de abajo, pero una flexibilización en todo sentido para los que están arriba.

2 comments:

  1. Curioso pensar que una cerveza te vuelve delincuente en un municipio donde sabes que por duras que sean laa leyes (que no buenas) es mas probable que se cumplan y moviendote unos cuantos kms vayas a "pueblos sin ley" donde puedes disfrutar de la placida corrupcion, vivir en ese circulo vicioso de esta bonita cultura

    ReplyDelete