Sunday 16 November 2014

De murallas y finales


´Fue el continuo deseo de reconocimiento del esclavo, y no la ociosa complacencia ni la inmutable identidad del amo, lo que impulsó la historia para adelante´
-Francis Fukuyama (1952- ) escritor estadounidense

El pasado 9 de noviembre se cumplieron 25 años de la caída del Muro de Berlín, evento que sentó las bases para la consolidación de un mundo multipolar.

Fue el mismo Fukuyama el que aseveró que el hecho representaba el triunfo definitivo de la democracia liberal, o sea, que el capitalismo finalmente  se sobreponía al socialismo/comunismo como forma de vida. Y, aunque es evidente que en la actualidad casi todos los países del mundo han adoptado el capitalismo como sistema, esto no equivale a que se practique de forma democrática o liberal.

Las grandes potencias emergentes como Rusia y China se someten periódicamente a elecciones, pero en la práctica se gobiernan de forma dura, esquema que tiene al Estado moldeando a la economía y a la sociedad en algo denominado capitalismo de Estado.

La verdad de las cosas es que por su lado Occidente también ha venido contaminando su democracia liberal, ya que no solo es la guerra la que ha recrudecido en detrimento de las libertades de la ciudadanía. La crisis del sistema financiero obligó al Estado a salvar la banca del colapso en 2008 con dinero público, y hoy todavía existen secuelas de ese intervencionismo político en economías como la de EUA.

Desde mi punto de vista lo que está en crisis es la filosofía del liberalismo como tal, algo que puede palparse en el fracaso de la institucionalidad global que intenta propagarlo. Los conflictos en las relaciones internacionales ya no se están arreglando de acuerdo a derecho, pero esto no solo es un efecto  del surgimiento de un manojo de potencias, que por lógica han descuadrado el equilibrio institucional ya canteado hacia Occidente.

La ineficacia de las instituciones de alcance global también devino por los abusos de sus fundadores, los estadounidenses y los europeos. El mejor ejemplo es la consolidación de Rusia como ´archienemigo´. La desmedida arrogancia que la OTAN ha venido derrochando desde la caída del Muro de Berlín ha puesto en entredicho a organizaciones como la ONU en varias instancias. Asimismo, otro efecto inesperado del actuar de este club de poderosos ha sido el fortalecimiento de Pekín, Delhi, Brasilia y otras capitales emergentes, donde nuevos liderazgos están levantando la voz en contra de sus antiguos colonizadores.

El caso ruso es el mejor ejemplo de cómo Occidente enalteció a un país que estaba en relativa paz antes de tanta injerencia en su esfera de influencia. En pocas palabras, si no se le hubiere puesto tanta atención posiblemente hoy no estaría defendiéndose como lo hace. Aquí caben las declaraciones de gente como Henry Kissinger y de revistas como Forbes, que aseguran que Occidente ha perdido su batalla contra Vladimir Putin.

El mundo ahora vive en un estado caótico y ultracompetitivo. La integración global ha sufrido por la puntiaguda lucha por los recursos para perpetuar la era del hidrocarburo y eso ha debilitado las leyes que alguna vez rigieron a algunas naciones. 

El mundo post 9-11 es uno mucho más militarizado y peleado, y para ello  qué mejor evidencia que la proliferación de murallas divisorias. Desde la muralla que divide a la India y Pakistán, pasando por la que separa a israelíes y palestinos, hasta la que segrega a mexicanos y estadounidenses; nuestro mundo se ha llenado de excusas para mantenerse como perpetua provincia enemiga.

La única constante es el cambio. Y aunque esto aplica para todo ser que habita este planeta, el ser humano se aferra a su proyección de cómo deben ser las cosas. 

Es un hecho que ya transitamos hacia un mundo multipolar, en donde los orientales están produciendo y creciendo más de lo que hubieren soñado hace apenas algunas décadas. Con todo esto, algunas hegemonías se siguen comportando como los líderes de un mundo que presumen como libre, pero que en realidad no lo es, por esa misma urgencia de ´liberar´ a otros a toda costa.

La historia nos enseña que no hay algo que dure para siempre, y menos si es restregado a otros en contra de sí mismos.

La moraleja es que no hay un estadio y parada finales de nuestro desarrollo como especie. Hay que estar negociando eternamente para poder vivir con decencia en el presente.

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