Friday 5 June 2015

El mensajero de los dioses

" Grecia planea firmar un documento de apoyo político para el proyecto Turkish Stream de Gazprom "

- Panagiotis Lafanzanis (1951-) Secretario de Energía de Grecia

El acuerdo energético entre Moscú y Atenas, que convierte a este último en punto de paso para el gas ruso hacia Austria, se da sólo unos días antes del vencimiento de la primera parte de la deuda Griega para la Troika.

Este inédito hecho significa un cambio drástico en la geopolítica de la región y la geoestrategia del mundo. Por el lado geopolítico está el destino de la Unión Europea (UE) y su euro, moneda cuya supervivencia depende de su funcionalidad como mecanismo de intercambio para todos los miembros de la unión. 

La verdad de las cosas es que Atenas no tiene ni con qué pagar los €300 millones de euros que vencen mañana mismo. La Troika lo sabe, pero se mantiene firme en sus exigencias.  Aparte, sobre la mesa penden también demandas para intentar reducir todavía más el gasto público griego, que son  recortes a las pensiones y al salario mínimo. Alexis Tsipras, de Syriza, ha dicho que no aceptará ningún dictado que profundice la austeridad en su país, ya que esa fue exactamente la promesa de campaña que llevó a su partido al poder en la más reciente elección. 

Las salidas a esta crisis  se reducen a tres. La primera es que Grecia pida más dinero a la Troika para poder pagarle, lo cual equivale a abrir un hoyo para tapar otro. La segunda sería deshacerse del euro, volver al dracma e imponer controles de capital; en pocas palabras, abandonar la órbita europea para aliarse con Rusia, lo cual sería lo más radical y la más inconcebible. Es cierto que Moscú le está ofreciendo ayuda financiera y oportunidades económicas y energéticas a Atenas, pero la geografía ata irremediablemente a los helenos con Europa.  

La tercera y más factible es que Atenas distribuya sus cuotas de poder e intereses entre Rusia y Europa, sin eliminar al euro ni abandonar a la UE. Para que esto funcione primero se tiene que concretar la construcción del punto de conexión en Grecia del mencionado gasoducto. Esto le traería ganancias económicas a mediano y largo plazo, las cuales podrán utilizarse para estabilizar la economía y la sociedad, gradualmente pagando sus deudas.

Es probable que si Grecia toma este camino se le abran otras oportunidades económicas y comerciales con el bloque eurasiático y la nueva Ruta de Seda propuesta por China. Todo esto, entonces, será de su ayuda mientras y después de que termine su tortuoso calvario financiero.  Ulteriormente, esta lenta alternativa es la más conveniente, ya que le otorga equilibrio y poder real de negociación al Estado que inventó la democracia.

Por el lado geoestratégico –que tiene que ver más con ideología, proyección de guerra y el control del mundo y sus recursos– el principal perdedor es Washington, ya que el acuerdo energético griego con Moscú le acaba de asestar un duro golpe a sus aspiraciones hegemónicas en esta nueva Guerra Fría.

Además de Grecia, el gasoducto Turk Stream también incluye a Serbia, Hungría y, obviamente, a Turquía. En este sentido, Ankara, Belgrado y Budapest han declarado su preferencia por Moscú en varias ocasiones, señal de que Occidente como idea está en problemas. Otro punto importante es que el gasoducto ruso rodea y evita a Ucrania, país por el cual actualmente fluye la mayoría del gas que Rusia envía a Europa, y el cual, como explicaré en la siguiente columna, es prácticamente ya una colonia de Washington y su FMI.

Por su parte, EUA había ofrecido a Grecia un gasoducto alternativo, pero finalmente esta última se acercó a la cultura con la que comparte un pasado y una religión en común, y definitivamente un presente lleno de jugosas ofertas.

Putin declaró el día del acuerdo que ´sólo porque Grecia está endeudada no quiere decir que esté amarrada de pies y manos para ejercer una política exterior independiente´. La interpretación más directa es que el neozar ya tiene no uno, sino los dos pies en Atenas, y por eso se da el lujo de ´representarla´. 

Esta diplomacia energética, económica y financiera me recuerda a la diplomacia religiosa de la Edad Media, cuando Bizancio y  Roma enviaban a sus respectivos misioneros para buscar seducir a los paganos europeos hacia la ortodoxia cristiana o el catolicismo. Cambian los  dioses, los iconos y los tiempos, pero lo que no cambia es la perpetua lucha de poder de nuestra especie.

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