Thursday 14 May 2015

De boicots y lealtades oportunas

`Considero los asientos vacantes no como una demostración de fuerza, sino como símbolo de nuestra derrota´

Silvio Berlusconi (1936-) exprimer ministro italiano

La decisión de los principales líderes occidentales de boicotear el desfile militar en la Plaza Roja, donde se celebró el 70º aniversario del triunfo soviético sobre Hitler y sus nazis, evidencia el deterioro de las relaciones con Rusia.

Muy entendible fue dicho gesto, de acuerdo a la guerra propagandística que se viene librando en contra de Vladimir Putin desde que el cuasi zar subió el tono de su protesta en contra de los andares de EUA y la OTAN. Haber asistido a dicho evento hubiese mostrado cierto grado de aprobación para el líder del Kremlin.

Dicho esto, es importante también considerar que ni Washington ni Londres han reconocido la honrosa actuación del Ejercito rojo y el mismo pueblo ruso, sin los cuales hubieres sido difícil derrotar al nazismo germano. No hay más que recordar las terribles batallas de Kursk o la de Stalingrado, o el congelamiento del regimiento completo de soldados en las heladas estepas rusas para darse cuenta que, sin el apoyo de Stalin, la guerra seguramente se hubiere extendido mucho más.

Las cifras hablan por sí solas. Las estimaciones varían de acuerdo a las referencias, pero la mayoría arrojan entre 24 y 28 millones de muertos para el bando soviético.

Por el lado de los Aliados (exceptuando Polonia y China), mismos que boicotearon el desfile de la semana pasada, Francia tuvo el mayor numero de pérdidas humanas, con 550,000, seguido por Reino Unido, con 450,000, y EUA, con 420,000. 

Para  dimensionar esta cifras es fundamental saber que la Segunda Guerra Mundial fue principalmente una confrontación terrestre, la cual requirió de enormes sumas de personas para ejecutarse. Las batallas aéreas y navales palidecen en relevancia cuando se les contrasta con lo que sucedió sobre tierra. Sólo así es posible entender la astronómica cantidad de muertes soviéticas, las cuales, en un sentido, fueron sacrificadas para salvar a la madre Rusia.

De ninguna manera trato de demeritar heroicas intervenciones como la Batalla de Bretaña o el desembarco estadounidense en Normandía. Lo único que hago es enfatizar el consenso de muchísimos historiadores, entre ellos occidentales, en cuanto al determinante papel jugado por la URSS en aquella conflagración mundial. Apenas ayer leía en el Washington Post y el Independent de Inglaterra sobre cómo los soviéticos literalmente derrotaron a Berlín por sí solos.

En cuanto a la geopolítica contemporánea, el desfile del 9 de mayo marcó un parteaguas, ya que los asientos vacíos fueron ocupados por dos piezas clave del  rompecabezas del poder. Sentado a la derecha de Putin estaba el premier chino Xi Jinping, asistencia que corroboró los recientes acercamientos y lealtades entre ambos gigantes Eurasiáticos. A la izquierda de Putin se sentó Nursultan Nazarbaev, líder de Kazajistán, quien ha sido  fiel a Moscú desde el colapso del comunismo. De hecho, fue la figura presidencial kazaka una de las más influyentes en la creación de la Comunidad de Estados Independientes, compuesta por 10 de las 15 exrepúblicas soviéticas. Además, Nazarbaev participó en la fundación de la Unión Económica Eurasiática, por lo que hoy es referido por Putin como el `padre´ de esta Unión.

Protocolo aparte, el indicador más significativo de que la estrategia bélica ha cambiado fue la armada china navegando junto a la flota rusa del mar Negro. En esa línea, el Ejército chino marchó a lado del ruso en la Plaza Roja. En pocas palabras, Beijing y Moscú están dispuestos a unir fuerzas para defenderse de quien sea.

A través de los tiempos los jefes de clanes, tribus, ciudades o naciones han buscado aliarse con quien sirva sus interés de acuerdo a la conveniencia del momento. Por eso es que Rusia fue aliado de Occidente mientras Hitler estaba vivo, así como ahora es permisible que Israel se alíe con Arabia Saudita en contra del fantasma chiíta iraní.  Para predecir las alianzas que surgirán sólo hay que observar la guerra mediática y su proyección de demonios civilizatorios provisionales.

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